Mayol v/s Salazar: las tesis en pugna para explicar el
conflicto estudiantil.
Por: Alejandra Carmona en ElMostrador.cl 2/04/2012.
Dicen que no hay nada más poderoso que una idea a la que le
llegó su hora. ¿Pero cuáles son los contornos, fundamentos y proyecciones de
esa idea sobre lo que está pasando en Chile? Estos académicos son los
principales intérpretes del movimiento. Convergen en varios puntos, aunque
chocan en otros fundamentales. Aquí están los disensos de quienes han
escudriñado en las entrañas del malestar que cruza a la juventud y al país.
En su casa de Ñuñoa, Alberto Mayol (36), sociólogo, se
enfrenta a sus debilidades: varios textos de Truman Capote, Alessandro Baricco
y estantes completos de teoría política. Un par de libros de cocina y otros con
la historia de The Beatles. También hay búhos, decenas de ellos. Colecciona
figuritas de búhos de Atenea: uno que mira hacia el costado. El primero de
ellos fue un regalo casual de un tío. Desde entonces no ha parado: tiene cerca
de 40.
Está la crudeza de Raymond Carver. Y sobre la biblioteca, la
crudeza de Gabriel Salazar: “Conversaciones con Altamirano” y “Construcción del
Estado en Chile”.
“Es posible que Salazar no haya leído nada de mí, pero yo sí
tengo que haber leído a Salazar”, comenta Mayol, riendo.
Mayol y el reconocido historiador Gabriel Salazar (76), han
sido los pensadores más importantes del conflicto estudiantil que explotó el
año pasado. Tienen varios puntos de encuentro, pero también hay diferencias que
se ubican en la génesis y el desarrollo de las movilizaciones más importantes
que hayan inundado las calles en democracia.
EL ORIGEN
La desigualdad del sistema educacional chileno, originado en
dictadura, explotó con fuerza el año pasado.
“Yo creo que la energía que mueve esto es el malestar, lo
que se destruye es el proceso de despolitización”, dispara Mayol y apunta a una
de las diferencias que tiene con Salazar: “Creo que el movimiento se mueve con
esa energía, no creo, por tanto, que el centro del movimiento estudiantil sea
el problema de lo popular”, explica. Además cree que la mayor fortaleza de la
forma como se abordó el conflicto —de parte de los estudiantes—, es que el
acento siempre estuvo puesto en el debate. “Ellos tenían que afirmarse en eso.
Ese era el corazón. Por eso, cuando ellos van al Parlamento y debaten, igual
ganan, pero cuando van donde Piñera pierden, porque con él no se debatía, se
negociaba. Por eso insistían tanto en que esa reunión fuera televisada”, recuerda
Mayol.
A lo que se refiere Mayol con “lo popular”, es un concepto
amplio que rebasa la idea de clase social. Normalmente se hablaba de clase
social para referirse a los “asalariados”, pero ese grupo, que está frente a
frente a la burguesía industrial, es muy escaso. La clase obrera industrial,
según Gabriel Salazar, nunca ha superado —contando incluso sus mejores tiempos—
al 20% de la fuerza de trabajo. “El concepto se hizo estrecho, porque quedaban
fuera los pobladores, vendedores ambulantes, traficantes (los grandes y chicos:
drogas, cds, coleros)… entonces, la masa social afectada por el sistema —sea
porque no tienen ingreso suficiente o sea por un salario de explotación— es muy
grande”, comenta quien es reconocido como uno de los historiadores
contemporáneos más importantes del país. “De ahí que el movimiento estudiantil
el año pasado, un sector de la clase popular, marca un camino y comienza a movilizar
a toda la clase popular”.
EFECTO DOMINÓ
Hay muchos analistas que entienden las distintas explosiones
sociales del país como un proceso histórico que no partió justamente en mayo
del año pasado, cuando los estudiantes se volcaron a las calles.
Salazar defiende esta idea. Incluso instala como una de las
manifestaciones previas lo ocurrido con los pingüinos que irrumpieron en la
agenda política de Michelle Bachelet en 2006.
Ese año, para algunos, el sistema educacional chileno tuvo
un importante golpe y no sólo se derogó la LOCE, sino que se profundizó la
reforma educacional que comenzó con la democracia.
Para otros, sólo significó una pequeña piedra en el zapato
para la administración Bachelet. Y nada más que eso.
En opinión de Salazar, el movimiento pingüino es parte de la
lógica que terminó en la expresión popular el año pasado. “Es la misma onda”,
la que tocó desde 2006 a 2011 a los estudiantes, según Salazar.
“Ellos no hicieron nada sin el acuerdo de todos en la
asamblea. La asamblea mandaba, no el partido, no la directiva, no los
dirigentes. De un salto pasaron de la política representada por los partidos a
la política con participación de todos. Ellos, sin darse cuenta, pusieron en el
tapete una nueva forma de hacer política y son ellos los que ahora son
estudiantes universitarios”, dice Salazar y advierte a las autoridades que
vienen: “Y los secundarios del año pasado eran mucho más radicales y puntudos.
Dentro de tres años, ellos también van a estar en la universidad”.
Estamos viviendo, según Salazar, un momento en que los
estudiantes se aburrieron de los partidos políticos. Los nuevos movimientos se
rigen por asambleas libres, donde no hay un líder, sino voceros que transmiten
lo que deciden democráticamente sus compañeros. Por eso, dice Salazar, la CUT y
el Colegio de Profesores no representan las nuevas lógicas de acción de los
movimientos populares.
En cambio, Mayol tiene una mirada totalmente crítica de las
manifestaciones de 2006 y no cree que tengan una relación directa con lo que comenzó
a ocurrir el año pasado.
“La energía del movimiento pingüino es totalmente de
resentimiento. No hay ninguna continuidad entre ese movimiento y éste. La
revolución pingüina es la versión de Bachelet en movimiento social. El discurso
de esos estudiantes tuvo su anclaje en el dolor, en la tragedia y en el
padecimiento. El mundo social reprodujo eso en los pingüinos, desde la
carencia, desde la ausencia, desde el llanto, pero sin transformación futura”,
sentencia Mayol.
Por eso, según el sociólogo, lo que de verdad pasó hace
cinco años, es que esa energía cruzó todo el espectro político, pero fue
ineficaz, porque al mismo tiempo que era poderosa, no tenía un concepto. “Y
terminó en cooptación, en renuncia, en la LGE, que es peor de lo que había, en
abandono y finalmente con un anclaje en la pena. Ahí no hay ciudadanía”,
retruca Mayol.
LA REVOLUCIÓN
Hace pocas semanas, un video comenzó a dar vueltas en la
red. Algunas de las imágenes eran más o menos éstas: Camila Vallejo con el puño
en alto. Camila convertida en una caricatura parecida al Ché. Es decir, una
serie de postales que dan cuenta de que hasta en ruso —idioma en el que está
hecho el video— los rostros más emblemáticos de la lucha por una educación
digna, son un ícono casi revolucionario.
“Es que estamos en una etapa pre-revolucionaria”, expresa
Gabriel Salazar, quien el año pasado explicó el fenómeno en universidades,
charlas y en diferentes medios de comunicación, incluyendo éste.
“De que hay energía, hay. Está el cansancio frente a
alguien, la rabia, la crítica y el afán de movilizarse”, señala el historiador.
Sin embargo, cree que faltan algunos ingredientes para que esto se convierta en
una bomba: “Lo que falta es construir una propuesta para no sólo canalizar la
energía, sino que construir un sistema, un modelo a la pinta de la ciudadanía y
eso poco a poco está surgiendo”.
Según Salazar, lo que hace Magallanes es un modo de
autogobierno. Lo mismo pasa en Aysén. “Lo que pasa es que se requiere, además,
una propuesta mas científica basada en la historia”, dice Salazar, aunque algo
de eso hay: “Las ciencias nuevas, ciencias sociales, han entregado enormes
elementos en ese sentido. La sociología del desarrollo local, la educación
popular, la antropología local, el trabajo social, la sicología social,
entonces tenemos en ese sentido una teoría que no tuvimos en 1970”.
A pesar de la efervescencia social, éste es otro punto en el
que discrepa Alberto Mayol.
Si bien concuerda con Salazar en que existe la energía de un
período pre-revolucionario, cree que no tiene piso en este minuto, porque no
hay contenidos.
Para Mayol, la lógica revolucionaria actual tiene relación
con la existencia de un proceso de politización en Chile. “Nunca en la historia
la emergencia de movimientos sociales había coincidido con la incapacidad
evidente (por deslegitimidad) de los militares, la Iglesia y la clase política.
La ciudadanía tiene hoy una capacidad revolucionaria, pues puede producir
cambio en la velocidad, que es la definición última de la revolución. Chile
cambió radicalmente en diez meses y bajo un proceso de ciudadanización intensa
esa velocidad seguirá demoliendo el orden actual”.
Sin embargo, Mayol señala que “una revolución necesita haber
definido el horizonte, qué quiere decir salir de lo que hay. Aún no ha configurado
el horizonte utópico”.
En este tema, Gabriel Salazar, defendiendo la idea de que
vivimos un período pre revolucionario se toma el tiempo para aclarar algo:
“Estamos acostumbrados a que la revolución es violenta, que el pueblo toma por
asalto el Palacio de Gobierno, la Bastilla, el Palacio de invierno de los zares
y domina así todo. Pero también puede haber una revolución donde el pueblo
imponga las cosas por una vía racional, como una asamblea constituyente”. Eso
sí, Salazar hace una inflexión: “Aunque a lo mejor hay que pensar en asalto… no
hay que ser tonto tampoco”.
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