Sin duda conoce el lector los principios que gobiernan la constitución y funcionamiento de nuestro sistema nervioso. Sin duda sabe de la existencia de las neuronas y de cómo éstas son capaces de trasmitir impulsos eléctricos. Conoce que esta transmisión adecuadamente dirigida permite tanto actuar sobre músculos y vísceras como recibir impresiones del propio cuerpo y del mundo exterior captadas a través de los órganos sensoriales. Y, evidentemente, es consciente del importante papel que el cerebro juega en todo este concierto, cómo centraliza percepciones, atesora memorias, procesa sensaciones, orquesta estrategias y es capaz de generar soluciones y respuestas en forma de órdenes a elementos motores distantes, órganos y músculos, arbitrando, en fin, una remota gestión de la respuesta adecuada a cada situación concreta.
Sin duda el lector conoce todo esto, pero… ¿sabe el lector que la gestión TIC, la operación de infraestructuras hardware y software complejas y, muy en especial, de redes de dispositivos, sigue una estrategia parecida a la de un sistema nervioso?
Con frecuencia, la operación TIC se articula en torno a centros de gestión o centros de control, organizaciones formadas por equipos humanos y técnicos que reciben indicaciones de la situación de la infraestructura (estados, alarmas, etc), analizan la memoria de situaciones similares en forma debases de conocimiento y mejores prácticas y deciden, con todo ello, estrategias de actuación que transmiten a los diferentes dispositivos afectados de la red.
Los centros de gestión o centros de control actúan a modo de cerebros rectores del funcionamiento de todo el sistema.
¿Y cómo se comunican esos cerebros, esos centros de control, con los elementos más periféricos de la red y la infraestructura TIC?
Hace ya muchos años, en el ámbito de las telecomunicaciones, se impuso el modelo gestor-agente, un patrón de gestión de redes y sistemas que dividía las funciones de gestión en dos elementos interconectados: gestor y agente. El gestor era, de alguna forma, el elemento inteligente capaz de coordinar la percepción y actuación, mientras que los agentes eran correlatos lógicos de un elemento de red, de un elemento hardware o software.
Los agentes, actúan a modo de transductores capaces de relacionarse con un elemento físico, detectar su estado y sus posibles alarmas y trasmitirlas, como si de órganos sensoriales se tratase, al gestor, al centro de control. No sólo eso, los agentes son capaces de recibir órdenes del gestor y transmitirlas a los elementos hardware y software que representan, actuar sobre ellos de la misma forma que las motoneuronas son capaces de accionar los músculos.
En el mundo de las telecomunicaciones este modelo gestor-agente se formalizó a través de protocolos de gestión, el más común de los cuales era y es SNMP (Simple Network Management Protocol), que forma parte de los protocolos de la familia TCP/IP en el nivel de aplicación.
Pero este modelo, este patrón, ha inspirado y ha sido introducido en muchos otros elementos más allá de las redes de comunicaciones.
El modelo gestor agente se aplica, mediante software de gestión especializado, en la operación de servidores y aplicaciones empresariales.
No sólo eso, también se extiende a la gestión del puesto de trabajo en PCs o portátiles, permitiendo la distribución remota de software, la actualización de parches, el registro y censado de elementos, la obtención de información de estado y control, todo ello cada vez más potenciado por la existencia de la arquitectura VPro que ni siquiera exige la presencia del sistema operativo.
Aún más lejos, este modelo se va aplicando a elementos TIC tan diversos como datáfonos, cajeros automáticos o impresoras multifunción.
Aunque no siempre siguiendo unos mismos estándares, el modelo en que un agente situado en el dispositivo actúa a modo tanto de neurona motora como sensitiva, enviando información de situación y estado del elemento, y recibiendo órdenes que se aplican sobre dicho elemento hardware o software, se extiende progresivamente a todo tipo de infraestructura TIC.
Cuando conectamos estos agentes, mediante redes de comunicaciones locales o de área extensa con el centro de control, con el cerebro del sistema, se obtiene una solución de gestión eficiente, rápida e inteligente de una compleja red de dispositivos de otro modo casi ingobernable.
No es éste, ciertamente, el único paradigma posible. Aunque tecnológicamente similar, el gobierno de soluciones cloud fuerza mucho más la centralización de la gestión que el modelo descrito, mientras que en dispositivos con un amplio carácter de movilidad se tiende a dotar a éstos de cierta autonomía, por ejemplo, en forma de capacidades de autorrecuperación de estados estables.
Sin embargo para la gestión de redes complejas de dispositivos, el paradigma que parece predominante es aquel que es heredero del venerable modelo gestor-agente, uno que emula el comportamiento de un sistema nervioso con un cerebro rector en forma de centro de control con sus gestores, y que extiende sus axones a través de redes de comunicaciones hasta los agentes que gobiernan los dispositivos periféricos.
¿Existe una inspiración más prometedora que la que proporciona la propia naturaleza?
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